Advertencia: Este post contiene experiencias e historias basadas en hechos referentes a situaciones pasadas, por lo que cualquier parecido con la realidad es pura y mera coincidencia...
Recuerdo cuando de pequeño me sentaba a leer las revistas de mi madre que trataban esos benditos asuntos del corazón -que de alguna u otra manera siempre despiertan el morbo de la gente- y me preguntaba como podía ser posible que en un sociedad tan culta y civilizada (como la que en buena teoría tenemos) fuera posible siquiera un índice tan alto de engaño dentro de las parejas.
Personas que se juran amor eterno y de la noche a la mañana se dejan sin mediar palabra. Parejas que tras muchos años de casados descubren que uno de los dos esta engañando al otro con un colega o compañera de oficina. Gente que es capaz de mantener toda una vida oculta y secreta espaldas de los demás, eran cosas que de pequeño me ponían a reflexionar, sin embargo tengo que confesar que conforme fueron pasando los años las experiencias de la vida fueron formando una caparazón ante el dolor de los demás, creciendo y viendo la infidelidad como algo normal en nuestra sociedad, cosa que nunca tuvo relación con lo sucedido en mi familia, ya que mis padres -prontos a cumplir 25 años de matrimonio- siempre tuvieron una relación intachable por lo que ese "mal" ejemplo nunca vino por ahí.
Ahí es donde viene la pregunta del millón. ¿Que nos impulsa a ser infieles? ¿Que hace que traicionemos la confianza de aquel que más amamos? Porque quizás eso es lo más duro de la infidelidad, el desarrollo de la traición, la bala al corazón que no viene de quien desconocemos, sino en aquella persona que hemos puesto toda nuestra confianza. Pero... ¿que nos lleva a eso? A clavar la daga en la espalda de un ser querido. ¿Un deseo natural provocado por nuestros bajos instintos? ¿Una incapacidad a la hora de controlar nuestras emociones? ¿Es parte de un patrón de conducta pre-concebido o el desarrollo de una cultura de infidelidad crónica
¿De donde nace esta duda? Este fin de semana en Atenas y el tema salió a colación en una pequeña reunión de generación antes del clásico, donde varios amigos nos encontramos de nuevo con esta cruda y triste realidad. Un viejo amigo que se había casado con el amor de su vida hace unos años atrás, se encuentra actualmente pasando una crisis emocional porque la mujer que le juro fidelidad eterna fue encontrada quemando los votos matrimoniales con un "buen amigo" del susodicho justo al lado de la cuna donde dormía la bebé de ambos.
Historias como estas vienen y van. El caso de "Carlos" no es el único. El padre trabajador que abandona su familia por irse tras un nuevo amor. Relaciones de oficina. Amores de telenovela. Clíches tan utilizados en libros, noticias y revistas faranduleras están más cerca de lo que pensamos.
Una encuesta aplicada el fin de semana en la famosa reunión de ex-compañeros, nos enseño que el porcentaje de infidelidad va más allá de las expectativas: De 21 personas consultadas, 17 confirmaron haberle sido infieles a su pareja o compañero de turno por lo menos una vez durante el tiempo que estuvieron juntos. De esos, tres habían tomado la decisión de contárselo a su pareja, los demás decidieron nunca decírselo a alguien más que algún ser de confianza o familiar cercano. Nueve hombres y ocho mujeres dejan ver que la infidelidad no es un asunto de géneros.
¿Hemos sido alguna vez infieles? Sinceramente desearía tener el suficiente carácter para contestar con un contundente "no". Pero no podemos engañarnos sobre ello, no somos héroes en este tema. Parafraseando a la Chimultrufia "Para que les digo que no, si la respuesta es si" Lo hemos sido. ¿Que nos llevo a ello? Justificaciones a nuestros actos sobran y a por montones. En realidad ninguna es valida. Nada justifica una puñalada trapera.
Sin embargo como me comentaba el Chamu, el problema en el debate de la infidelidad no esta en que alguien sea infiel o no, sino que quienes realmente inician la búsqueda del porque siempre son las víctimas y no los victimarios por lo que nunca se da un verdadero proceso de cambio. Puede sonar crudo, pero así es la realidad. Las personas traicionadas son quienes inician el proceso de justificación y no quienes han destruido la confianza. Y quizás ahí es donde queremos marcar la diferencia. Cuestionando el verdadero sentido que nos lleva a cometer tan groso error.
Siempre he creído que formamos nuestro futuro y somos dueños de nuestro destino, que con nuestras decisiones vamos forjando el camino que nos lleva a alcanzar la gloria o tocar las puertas del infierno. Es por eso que concuerdo con quienes afirman que la infidelidad no puede ser presentada como un todo, y que en este tema lamentablemente nunca existirán verdades absolutas, sin embargo queremos sembrar nuestra semilla ha futuro. Por eso la pregunta ahora es... ¿se puede cambiar?
Nuestros abuelos decían "perro que come huevos ni quemandole el hocico". Yo creo todo lo contrario. Me parece que si es posible dejar atrás el pasado y seguir hacia adelante si uno se lo propone. Al fin de cuentas uno es quien escoge destruir o construir. Lo mismo que traicionar o ser leal hasta la muerte. Se trata de una decisión. Tomar la mano de alguien y envejecer fielmente junto a ella, o aprovechar cuanto amorío pase por nuestro lado.
¿Ustedes que piensan?
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Ahí es donde viene la pregunta del millón. ¿Que nos impulsa a ser infieles? ¿Que hace que traicionemos la confianza de aquel que más amamos? Porque quizás eso es lo más duro de la infidelidad, el desarrollo de la traición, la bala al corazón que no viene de quien desconocemos, sino en aquella persona que hemos puesto toda nuestra confianza. Pero... ¿que nos lleva a eso? A clavar la daga en la espalda de un ser querido. ¿Un deseo natural provocado por nuestros bajos instintos? ¿Una incapacidad a la hora de controlar nuestras emociones? ¿Es parte de un patrón de conducta pre-concebido o el desarrollo de una cultura de infidelidad crónica
¿De donde nace esta duda? Este fin de semana en Atenas y el tema salió a colación en una pequeña reunión de generación antes del clásico, donde varios amigos nos encontramos de nuevo con esta cruda y triste realidad. Un viejo amigo que se había casado con el amor de su vida hace unos años atrás, se encuentra actualmente pasando una crisis emocional porque la mujer que le juro fidelidad eterna fue encontrada quemando los votos matrimoniales con un "buen amigo" del susodicho justo al lado de la cuna donde dormía la bebé de ambos.
Historias como estas vienen y van. El caso de "Carlos" no es el único. El padre trabajador que abandona su familia por irse tras un nuevo amor. Relaciones de oficina. Amores de telenovela. Clíches tan utilizados en libros, noticias y revistas faranduleras están más cerca de lo que pensamos.
Una encuesta aplicada el fin de semana en la famosa reunión de ex-compañeros, nos enseño que el porcentaje de infidelidad va más allá de las expectativas: De 21 personas consultadas, 17 confirmaron haberle sido infieles a su pareja o compañero de turno por lo menos una vez durante el tiempo que estuvieron juntos. De esos, tres habían tomado la decisión de contárselo a su pareja, los demás decidieron nunca decírselo a alguien más que algún ser de confianza o familiar cercano. Nueve hombres y ocho mujeres dejan ver que la infidelidad no es un asunto de géneros.
¿Hemos sido alguna vez infieles? Sinceramente desearía tener el suficiente carácter para contestar con un contundente "no". Pero no podemos engañarnos sobre ello, no somos héroes en este tema. Parafraseando a la Chimultrufia "Para que les digo que no, si la respuesta es si" Lo hemos sido. ¿Que nos llevo a ello? Justificaciones a nuestros actos sobran y a por montones. En realidad ninguna es valida. Nada justifica una puñalada trapera.
Sin embargo como me comentaba el Chamu, el problema en el debate de la infidelidad no esta en que alguien sea infiel o no, sino que quienes realmente inician la búsqueda del porque siempre son las víctimas y no los victimarios por lo que nunca se da un verdadero proceso de cambio. Puede sonar crudo, pero así es la realidad. Las personas traicionadas son quienes inician el proceso de justificación y no quienes han destruido la confianza. Y quizás ahí es donde queremos marcar la diferencia. Cuestionando el verdadero sentido que nos lleva a cometer tan groso error.
Siempre he creído que formamos nuestro futuro y somos dueños de nuestro destino, que con nuestras decisiones vamos forjando el camino que nos lleva a alcanzar la gloria o tocar las puertas del infierno. Es por eso que concuerdo con quienes afirman que la infidelidad no puede ser presentada como un todo, y que en este tema lamentablemente nunca existirán verdades absolutas, sin embargo queremos sembrar nuestra semilla ha futuro. Por eso la pregunta ahora es... ¿se puede cambiar?
Nuestros abuelos decían "perro que come huevos ni quemandole el hocico". Yo creo todo lo contrario. Me parece que si es posible dejar atrás el pasado y seguir hacia adelante si uno se lo propone. Al fin de cuentas uno es quien escoge destruir o construir. Lo mismo que traicionar o ser leal hasta la muerte. Se trata de una decisión. Tomar la mano de alguien y envejecer fielmente junto a ella, o aprovechar cuanto amorío pase por nuestro lado.
¿Ustedes que piensan?
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